martes, 22 de abril de 2014

¿Graffitis en el callejón?



Tras cuatro años vuelvo a presentar papeles. Van a urgar de nuevo en la herida y no estoy preparada. Eso pensaba los días anteriores al martes santo.

Una terapeuta oficial examina el grado de sufrimiento. Su obligación es tomar la temperatura del dolor con un termómetro afilado. Toca el punto exacto. Y el líquido denso, blanquecino... empieza a brotar. Los dedos ejercen presión sobre la zona infectada... una vez, otra... Muchos años con cataplasmas y paños calientes que han enmascarado la diana. Muchos años dando palos de ciego. Y me olvido de quién tengo enfrente  durante casi dos horas de diálogo surrealista, incoherente, atropellado... Me olvido de que la doctora, en el fondo, solo me está examinando. Rebobino. Creo que ella también se olvidó.

Después del baldeo,  le cuento que a ratos me paseo por este Callejón. Sonríe... Me sugiere que compre spray y embadurne las paredes y los espejos. 

"¿Graffitis? ... No. Tanto, no. Tan grande, no".
"¿Por qué... de qué tienes miedo?"

(...)

Con o sin miedo, "No habrá paz para los malvados".