domingo, 17 de mayo de 2015

Tomar distancia.


Cuando tomas distancia, el ego se hace pequeñito, el amanecer que milagrea cada mañana es un pasmo, un susto que te añade un día más... de momento solo un día. 

Tomas distancia y los palabras se cuartean como una piedra que arrojas en un punto del tópico lago cristalino... duplicando, triplicando hasta el infinito las ondas paralelas, equidistantes. Muchas palabras sin verbalizar con las que acuñas lo aparentemente impenetrable y que te hace sonreír... también llorar si la púa, con su punta insolente, se atreve a rasguear una melodía trasnochada para otros... pero tan viva, tan viva que prende el fuego dormido solo con rozarla. 

Tomas distancia porque esa soledad sonora, dulce y cítrica, es necesaria para medir a palmos - a ojo de  buen cubero- cuánto presente sirve de carga futura. A ojo de buen cubero, que soy malísima en cuestiones de medir. Cuánta carga merece ser cargada o lastreada. 

A veces hay que tomar distancia, silenciar el eco que supura más allá de los muros de la fortaleza... cuando la fortaleza es débil. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Desde mi duermevela.



A pesar de tanto recorrido. A pesar de querer y de tanto quererlo... Y a pesar de haberlo triturado, amasado... A pesar de tanto bueno. Tengo que volver a repetir "Tranquila, mi vida... siete vidas tiene un gato. Tranquila, mi vida..." algún rato dirás que todo ha pasado. Ahora no. Ahora aún se sucede. Son los baldeos de este ahora que duran todos los ahora que se precisan para roturar todavía más surcos que hoy se me antojan estériles. 

Y siempre, como siempre, como si solo me quedara la última vida... empiezo mi particular duermevela. 

Centinela de la luna...  Pero a tu lado.